La Llamada Inesperada de Joan Laporta: La Angustia de Messi por la Salud de Xavi Hernández

Lionel Messi se encontraba en Miami, disfrutando de un merecido descanso tras un partido agotador con el Inter Miami en la liga estadounidense de fútbol. Aunque la presión de la MLS no se comparaba con las competiciones europeas en las que había jugado durante más de una década con el Barcelona y el Paris Saint-Germain, el compromiso y la pasión de Messi seguían intactos.

Xavi argumenta que Messi encajaría en su Barça

Cada toque, cada pase, cada gol mantenían vivo el fuego competitivo que lo había impulsado durante toda su carrera.

Aquella noche en casa, mientras sus hijos jugaban y Antonela, su esposa, preparaba una cena ligera, Messi recibió una llamada inesperada. El nombre que apareció en la pantalla de su teléfono lo hizo fruncir el ceño: Joan Laporta, el presidente del Barcelona.

Desde su salida del club catalán, el contacto entre Messi y Laporta había sido limitado y puramente formal. No habían quedado en malos términos, pero la relación nunca volvió a ser la misma. Sin embargo, Messi respondía a cada llamada con cortesía, y esta vez no fue diferente.

“Leo”, comenzó Laporta con una voz tensa e inusual. “Necesito hablar contigo, es sobre Xavi”. Al escuchar el nombre de su excompañero y actual entrenador del Barcelona, el corazón de Messi se aceleró. Xavi no solo era un colega, era un amigo, alguien con quien había compartido años dorados en el club, dominando el fútbol mundial bajo la dirección de Pep Guardiola.

“¿Qué pasa?”, preguntó Messi con una voz que ahora denotaba preocupación.

“Está en el hospital. Lo han llevado de emergencia, es grave… muy grave”, respondió Laporta con un tono sombrío.

El mundo de Messi se detuvo por un momento. El fútbol dejó de importar, y en su mente solo estaba la imagen de su amigo luchando por su vida. Laporta le explicó que Xavi había sido encontrado inconsciente en su casa en Barcelona y que parecía ser un problema cardíaco, algo completamente inesperado.

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Messi se levantó de inmediato. Antonela, al ver la expresión de su rostro, supo que algo no andaba bien. “Voy a volar a Barcelona”, dijo casi sin pensarlo. Sin hacer preguntas, Antonela asintió, comprendiendo lo que Xavi significaba para su esposo. En cuestión de minutos, Messi estaba en contacto con su agente, organizando un vuelo privado a Barcelona. El cansancio, la hora, nada importaba; tenía que estar allí.

El viaje desde Miami a Barcelona era largo, casi 10 horas, pero para Messi esas horas parecieron eternas. A bordo del avión privado, intentó obtener más información llamando a otros compañeros y contactando al equipo médico o a la familia de Xavi.

Poco a poco, los detalles comenzaron a salir a la luz: Xavi había sufrido un infarto masivo y, al estar solo en casa, la situación se había agravado. Lo habían encontrado a tiempo, pero los médicos no sabían si lograría sobrevivir la noche.

Los recuerdos comenzaron a invadir la mente de Messi. Recordó los primeros días cuando conoció a Xavi, cómo el mediocampista había sido una figura crucial para él al ascender al primer equipo del Barcelona. Xavi era el cerebro del equipo, calmado y preciso en el campo, y fuera de él, siempre humilde y generoso. A lo largo de los años, su relación había evolucionado de ser compañeros de equipo a amigos cercanos.

Aterrizó en Barcelona al amanecer y se dirigió al hospital de inmediato. Afuera, los periodistas ya se habían congregado, pero el hospital había tomado medidas para que la familia y amigos cercanos de Xavi tuvieran privacidad.

Messi entró por una puerta trasera, escoltado por seguridad, y se encontró con algunos viejos compañeros de equipo como Gerard Piqué e Iniesta, quienes también habían volado desde Japón al escuchar la noticia.

Horas después, un médico salió a hablar con la familia. Desde la distancia, Messi observó cómo el rostro de la esposa de Xavi se desmoronaba en lágrimas. No era una buena señal. El médico les explicó que aunque Xavi había sido estabilizado, su estado seguía siendo crítico. Había sufrido un daño significativo en el corazón, y los próximos días serían decisivos.

Messi se sintió impotente. No era una situación que pudiera resolver con su habilidad en el campo. Aquí, su influencia no tenía peso, solo podía estar allí, apoyando en lo que pudiera. Durante los días siguientes, no se separó del hospital. Pasaba horas con los amigos y familiares de Xavi, intentando consolar a su esposa y a sus hijos, quienes estaban devastados.

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El silencio en las visitas al hospital contrastaba con la imagen que Messi tenía de Xavi en su mente. Recordaba los días en que corrían juntos por el césped del Camp Nou, los abrazos tras cada gol y las largas charlas en el vestuario sobre táctica, fútbol y la vida. El Xavi que yacía en una cama de hospital, conectado a máquinas, no era el Xavi que él conocía.

Un día, decidió salir a dar una vuelta por Barcelona. Caminó por las calles llenas de recuerdos, pasó por el Camp Nou y las terrazas donde solía pasar tiempo con sus compañeros. Cada rincón de la ciudad parecía recordar a Xavi. Se detuvo frente al estadio, cerró los ojos por un momento y recordó los días de gloria, cuando juntos hicieron historia. La ciudad ahora le parecía vacía, sin la energía que Xavi siempre traía.

Finalmente, después de varios días de incertidumbre, llegó la noticia que todos esperaban: Xavi había salido del estado crítico. Aunque los médicos advirtieron que habría secuelas permanentes, al menos estaba vivo.

Messi, con una mezcla de alivio y gratitud, regresó al hospital para ver a su amigo. Cuando entró a la habitación, encontró a Xavi débil pero consciente. Se saludaron con una sonrisa, y Messi, con lágrimas en los ojos, se acercó a él. No necesitaron palabras; el simple hecho de estar juntos era suficiente.

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Messi permaneció en Barcelona hasta que Xavi estuvo lo suficientemente estable para recibir visitas más regulares. El resto del equipo del Barcelona también vino a visitarlo, mostrando lo mucho que significaba Xavi no solo como entrenador, sino como persona.

Antes de regresar a Miami, Messi tuvo una última conversación con su amigo. Recordaron viejos tiempos, bromearon sobre el futuro y compartieron esperanzas de mejores días.

Cuando finalmente partió de Barcelona, Messi lo hizo con el corazón más ligero, pero con una sensación agridulce. La experiencia le había recordado cuán frágil era la vida. El fútbol, con toda su gloria, era solo una parte de sus vidas. Lo que realmente importaba eran las personas, las conexiones, las amistades que forjaban a lo largo del camino.