Lionel Messi estaba disfrutando de un día de descanso en su casa en Miami, donde ahora vivía con su familia después de dejar el PSG para unirse al Inter Miami.

La temporada de la Major League Soccer (MLS) había terminado recientemente, y por primera vez en mucho tiempo, Messi sentía que podía relajarse por completo sin la constante presión de los entrenamientos, los partidos y las competiciones internacionales.

Era un descanso muy necesario, tanto física como mentalmente.

La mañana había comenzado como cualquier otra. Antonela estaba preparando el desayuno para sus hijos, mientras Messi hojeaba la sección de deportes del periódico, manteniéndose al día con las noticias de fútbol de todo el mundo.

Aunque se mantenía informado, su enfoque estaba principalmente en su nueva vida en los Estados Unidos. A pesar de la calma, una parte de él permanecía en alerta, quizás un hábito después de años enfrentándose a lo inesperado tanto dentro como fuera del campo.

Sin embargo, ese día estaba a punto de ser todo menos ordinario. Mientras tomaba un sorbo de café, su teléfono comenzó a sonar insistentemente. Era un número que no reconocía, pero algo le hizo contestar de inmediato. “¿Sí?”, preguntó en un tono calmado pero curioso.

Al otro lado de la línea, escuchó una voz que conocía muy bien, aunque sonaba tensa, casi desesperada. Era Jordi Alba, su excompañero en el Barcelona y amigo cercano.

“Leo, tienes que venir a España. Es Gerard. Algo muy serio ha pasado”.

El corazón de Messi dio un vuelco, su mente corriendo en todas direcciones. Gerard Piqué era más que solo un compañero para él. Habían compartido más de una década de victorias, derrotas y, lo más importante, una amistad inquebrantable.

Aunque sus vidas habían tomado caminos diferentes desde que ambos dejaron el Barcelona, siempre se habían mantenido en contacto.

“¿Qué ha pasado?” preguntó Messi, su voz ahora más tensa.

“Es grave, Leo”, respondió Jordi, claramente agitado. “No puedo explicártelo todo por teléfono, pero tienes que venir lo antes posible. Está en el hospital, y no sabemos si…”

Messi no dejó que Jordi terminara. Ya estaba de pie, con el teléfono en la mano, dirigiéndose rápidamente hacia su habitación. Antonela lo vio desde la cocina y notó el cambio inmediato en su expresión.

“¿Qué pasa?”, preguntó, preocupada.

“Es Gerard”, respondió Messi mientras comenzaba a buscar su pasaporte y a prepararse para un vuelo inesperado. “Está en el hospital. No sé mucho, pero parece grave”.

Antonela entendió la urgencia en su voz y no hizo más preguntas. En cuestión de minutos, Messi estaba al teléfono con su agente, organizando un vuelo privado directo a Barcelona.

Su mente estaba en caos, tratando de entender qué podría haberle pasado a Piqué. ¿Un accidente? ¿Una enfermedad? No tenía idea, pero cada minuto sin noticias concretas lo hacía sentirse más impotente.

El vuelo a Barcelona fue una mezcla de tensión y ansiedad. Messi miraba por la ventana del avión, recordando momentos con Gerard: campeonatos, bromas en el vestuario, conversaciones profundas sobre la vida y el fútbol.

Sabía que Piqué era fuerte, tanto física como mentalmente, pero la forma en que Jordi había sonado por teléfono lo preocupaba profundamente. ¿Qué podría haber afectado a alguien como Gerard de esa manera?

Al aterrizar en Barcelona, Messi fue recibido por un coche que lo llevó directamente al hospital. Durante el trayecto, su teléfono no dejaba de sonar. Los medios ya habían captado el viaje de emergencia de Messi a España, y la especulación sobre lo que le había sucedido a Piqué crecía por minutos.

Pero Messi no tenía tiempo ni energía para preocuparse por eso. Su único objetivo era llegar al hospital y ver a su amigo.

En la entrada del hospital, Jordi Alba lo estaba esperando, con el rostro pálido y el ceño fruncido. Messi salió rápidamente del coche y corrió hacia él.

“Jordi, ¿qué ha pasado?”, preguntó con urgencia.

Jordi respiró hondo antes de responder, como si aún no pudiera creer lo que estaba a punto de decir.

“Gerard colapsó de repente. No sabemos exactamente qué lo causó, pero su corazón se detuvo por unos minutos. Lo encontraron inconsciente en su casa y lo llevaron de urgencia aquí. Está estable ahora, pero los médicos aún no tienen un diagnóstico claro”.

Messi sintió como si el mundo se detuviera por un momento. La imagen de Piqué, fuerte y confiado, no coincidía con la que Jordi estaba describiendo. ¿Cómo podía haber sucedido algo así?

“¿Puedo verlo?” preguntó Messi.

Jordi asintió y lo guió por los pasillos del hospital hasta la habitación donde estaba Piqué. Cuando abrieron la puerta, Messi vio a su amigo conectado a varias máquinas, con los ojos cerrados.

Shakira, su exesposa y madre de sus hijos, estaba sentada al lado de la cama, con los ojos rojos de tanto llorar. Aunque ya no estaban juntos, su relación seguía siendo cercana, y era evidente que estaba profundamente afectada.

“Shakira”, susurró Messi, sorprendido de verla allí.

Ella lo miró y, al verlo, se levantó para abrazarlo. No hacían falta palabras. Ambos estaban allí por la misma razón: alguien a quien amaban estaba en peligro, y en ese momento, todo lo demás se desvanecía.

Unos minutos después, los médicos entraron, y Messi tuvo la oportunidad de hablar con ellos. Explicaron que Piqué había sufrido un colapso cardíaco, pero afortunadamente, los servicios de emergencia habían llegado a tiempo para reanimarlo.

Sin embargo, aún estaban realizando pruebas para determinar qué había causado el episodio. Había muchas posibilidades, desde un problema congénito hasta algo relacionado con el estrés o la fatiga.

Messi pasó las siguientes horas en la habitación, sentado al lado de la cama de Piqué, esperando cualquier señal de mejoría. Los recuerdos de su amistad seguían apareciendo en su mente, y no podía evitar sentir una mezcla de miedo y esperanza. Sabía que Piqué era un luchador, pero también sabía cuán frágil podía ser la vida.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Piqué comenzó a moverse. Sus ojos se abrieron lentamente, y lo primero que vio fue a Messi sentado a su lado.

“Leo”, murmuró, su voz débil pero reconocible.

Messi se levantó de inmediato, con una sonrisa de alivio en el rostro.

“Estoy aquí, hermano”, dijo, tratando de mantenerse calmado, aunque la emoción era evidente en su voz. “Todo va a estar bien”.

Piqué lo miró con una expresión confusa antes de asentir ligeramente. Estaba débil, pero consciente, y eso era lo más importante en ese momento.

En los días que siguieron, los médicos lograron identificar la causa del colapso de Piqué: una arritmia cardíaca. Aunque grave, podría controlarse con tratamiento y monitoreo. Piqué tendría que someterse a un procedimiento menor para corregir el problema, pero su vida no estaba en peligro.

El alivio que Messi sintió al escuchar esas noticias era indescriptible. Había temido lo peor, pero ahora podía ver a su amigo recuperándose lentamente, y por eso, se sentía profundamente agradecido.